A pesar de seguir conduciendo su envidiado Aston Martin, la compañía Ford tiene una interesante presencia. La mayoría de los mortales aspiramos a volar en clase business, pero en la cinta aparece hasta en ocho ocasiones la compañía area de jets privados "Ocean Sky Aviation". Atrás quedó su Martini agitado, nunca revuelto (para repartir correctamente el frío del hielo, aunque quede más turbio) y la sofisticación comparte escena con bebidas más populares, como Sminorff, Heineken o Coca Cola Zero, la versión masculina de la Light y que pretende reforzar esta imagen con el duro de James (aunque me temo que en España no lo conseguirán hasta que no cambien su tipografía, similar a la cabecera de la revista gay más popular del barrio de Chueca; ironías de nuestro país capaz de cargarse una de las campañas de marketing más importante a nivel mundial). Y así hasta una veintena de marcas que han decidido utilizar al agente más famoso al servicio de su graciosa magestad como vehículo de comunicación. Parece que el product placement de Quantum of Solace ha recaudado unos 50 millones de libras (cerca de 60 millones de euros, al cambio actual), superando los 44 millones de "Muere otro día" que era la película de la saga con mayor recaudación por este concepto.
Yo soy un claro defensor del product placement, siempre que esté bien hecho. No soporto las escenas que son meros spots metidos con calzador en el guión. Ya saben que el precio varía en función de que el producto solo aparezca en la escena, sea nombrado o sea manipulado. Me parece normal que un actor conduzca un coche, vista un reloj, o beba en una escena. Y me parece adecuado que se vea la marca de esos productos, ya que considero que sirven para fortalecerse mutuamente. Bond, no deja de ser una marca en sí mismo, que se fortalece conduciendo un Aston Martin, consultando su Omega y viajando en jet privado. ¿O sería lo mismo si condujera un Honda Civic, vistiera un Casio y volara en Ryan Air? La relación es beneficiosa para ambas partes, aunque sea aprovechada y efímera (pero así son las relaciones de Bond).
El título trae de cabeza a mi buen amigo, y cada vez más impertinente, Uría. Qué quieres que te diga, tu eres un literato y das la importancia que se merece al título de la obra. Pero me temo que las personas como tú escasean, y el público va a ver "la última de James Bond". Algunos recuerdan las entregas de la saga por la chica (la de Ursula Andress, la de Halle Berry, la de Grace Jones...), otros por el villano (el de los dientes de hierro, el Dr. No, el magnate de la comunicación) e incluso algunos por el modelo de coche (como cuando el Aston Martin fue sustituido por un BMW).
Yo creo que estamos ante un nuevo ejemplo de globalización. La película es lanzada en todo el mundo con el mismo título, reforzando la campaña de comunicación y las entradas en la web 2.0.
Personalmente le tengo especial cariño pues me recuerda mi adolescencia en Washington D.C. cuando me sentaba en el sofá con mi primo para ver una serie que se titulaba "Quantum Leap" y que, por mucho que avanzara con mi inglés, nunca conseguí traducir coherentemente.
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