domingo, 6 de julio de 2008

¡PODEMOS!

4,46 podría ser una marca de salto con pértiga o la eslora de un barco de vela ligera, pero ha sido el tiempo necesario para que Rafael Nadal pase a la historia. Y no solo a la nacional (somos únicos para recordar triunfos que sucedieron hace treinta años como si hubieran ocurrido ayer y así hablamos de Marcelino o Santana como una familiariedad asombrosa), sino a la historia con mayúsculas del tenis mundial. Ganar Roland Garros y Wimbledon el mismo año no está al alcance de cualquiera (solo dos genios lo habían conseguido antes).
Gesta épica e insolente, ante el mejor del mundo y en el salón de su casa. Solo equiparable a la cara que se le tuvo que quedar a la reina de Inglaterra al ver llegar al "América" muy por delante de la flota inglesa, tomar la copa de las cien guineas y llevársela por más de cien años a las colonias.
En algún momento del partido me he sentido cual Felipe II y aquello de "no he enviado a mis tropas a luchar contra los elementos". La lluvia interrumpía el paseo triunfal de Rafa. Pero luego me he dado cuenta del detalle, en realidad los astros se alineaban con los de Pamplona. No querían que se perdieran el mejor partido de tenis de la historia y les daban tiempo para que regresaran de la corrida de toros a tiempo para ver el final.

En el deporte solo puede ganar uno, a diferencia del ámbito de la empresa en el que una buena estrategia competitiva agranda el mercado (y si no que se lo digan a Pepsi y Coca-Cola). Y en la pista se enfrentaba el mejor talento contra el mayor esfuerzo. Roger Federer es el mejor jugador de la historia (con permiso de Borg, Sampras, McEnroe, Connors, y otros monstruos). Es talento en estado puro. Pero hoy se enfrentaba a Rafa Nadal que suple su falta de talento (entiéndanme bien, carencia si lo comparamos con Federer; ya me gustaría a mi tener un 1% de su talento) con un esfuerzo sobrehumano. Admirable su tesón, entrenamiento, preparación y fuerza mental para aguantar más de diez horas de concentración (si contamos las interrupciones y el tiempo de calentamiento).
Hoy solo podía ganar uno, aunque probablemente el triunfo sea de los dos.
Y esa es la formula del éxito. La suma de talento más esfuerzo.

Éxito = talento + esfuerzo

Localicemos un sector, una actividad, para la que tengamos talento y pongamos todo el esfuerzo. Seguro que alcanzamos el éxito. Tendremos que añadirle otros factores: suerte, pasión, innovación… pero los factores claves se pusieron ayer de manifiesto en la pista central del All England Tennis Club.

Por cierto, gran acierto de los de Cuatro con su copy. Es cierto que han tenido suerte con los triunfos de la selección española y de Rafa Nadal, pero había que asumir el riesgo, y pusieron toda la carne en el asador. Se esforzaron al máximo por dar una buena cobertura, desplegando todos los medios a su alcance y reuniendo todos sus talentos en torno a esa aventura. No se centraron en el logro (estoy seguro que ni ellos apostaban por el triunfo), sino en el proceso. El éxito ha venido por añadidura.

Creo que debería reclamar derechos de autor, ya que esta es la frase por antonomasia de mi mujer. No para de inculcarles a nuestras hijas el valor del esfuerzo. No le vale el “no puedo”. Inténtalo con todas tus fuerzas. Si no lo consigues, habrás aprendido y estarás más cerca del triunfo (a Nadal le ha costado tres finales).

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